Cuando aquietas la mente, lo primero que te das cuenta es de tu soledad. La mente en marcha es un amigo que siempre te hace compañía, todo el rato té está diciendo qué debes hacer, qué hiciste, qué harás, analiza lo que está pasando. No te deja. Cuando por fin se calla, te quedas realmente SOLA. Te das cuenta de que estás sola, allí sentada en un rincón, ante una vela o ante tanta gente que no hace nada por nada, ni nadie, la habitación vacía Está. No es dramático, no es para llorar, pero es algo inquietante y desesperante. Otra cosa que ocurre es que crees que no podrás hacer nada, sin tu mente. ¿Cómo vivirás sin mente? De repente, el vacío. Pero no es un vacío. La mente tiene diferentes niveles. Sólo conocemos el más cercano, ese que está haciendo run run todo el rato ese nivel que no para un segundo ni para respirar u observar cosas tan bellas como una flor creciendo o una mariposa agonizando. Si al tiempo lo paras, aparecen otros niveles más sutiles, como cuando actúas sin pensar pero actúas también. O cuando hablas sin pensar antes, o simplemente ser aquella boca que habla, sin saber de qué pero debe ser importante. Una vez que te das cuenta de a qué se dedica la mente la mayor parte del tiempo: al eco. Consume muchos recursos repitiendo una y otra vez una misma cosa. Le preocupa mucho el qué dirán: qué habrá dicho este de lo que he dicho, que dirá si digo tal, blablablá. También va mucho para atrás, para el pasado, le da vueltas, y también para adelante, el futuro, pero pocas veces se queda quieta en dónde estás ahora. Le cuesta muchísimo dejar de gastar recursos en estas nimiedades, al fin y al cabo. Lo más divertido es que dejas de juzgar a la gente. Estás hablando con alguien y pones la mente en blanco, concentrada sólo en escucharle, en la recepción de sus palabras y energías. Y no le juzgas. Recibes lo que dice y ya está. O vas por la calle y ves a alguien. El observador de la mente que has desarrollado se da cuenta que la mente dice: mira esa que mal viste, mira el otro que es inválido /feo, o lo que sea. Puedes alejarte de esos pre-juicios comunes a primera vista, estar por encima y tratar a las personas más allá de la fachada, como personas.es divertido también cuando te ríes con la mente. Cuando la observas, te das cuenta de lo infantiles que son a veces tus pensamientos, o malvados. Te das cuenta de una forma compasiva, te da compasión tu mente, que no es lo mismo que la autocompasión, y te sonríes al detectar lo que piensa. Te quieres más porque te conoces más. Y ahora detesto, tener que conocer cada uno de mis pasos dados.
La mente debe ser básicamente una distracción. No digo con eso que sea algo malo ni bueno. La necesito para diversas cosas, como escribir ahora, pero me gusta que no se adueñe de toda mi vida entonces no el uso todo el tiempo. De paso, así la dejo descansar y, cuando vuelve a actuar, está fresca. Quizás hay veces que me enojo con ella, será simplemente porque me aleja de las fantasías. La mente este en cuelgue.
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