lunes, 30 de mayo de 2011

Sonrió entonces y, asintiendo con la cabeza, prosiguió su camino. Pero cuando llevaba varios metros andando se puso a meditar en el asunto. Recordó que nunca había amado de esa forma tan humana, y por lo tanto no podía comprender en absoluto la felicidad de aquel muchacho. De pronto el rostro del honrado optimista languideció, y la eterna sonrisa que marcaba su cara se disipó como la niebla que envuelve la mentira y al final se descubre. Y continuó su camino vagando interminablemente sin rumbo por el mundo, tácito, buscando respuesta al único problema que el hombre más bueno del mundo jamás solucionó.

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